Artículo publicado en: Revista Hilo Rojo Nº6, Trama Ediciones.
Por Diego Cevallos
Cuántas veces nos hemos preguntado «por qué me pasa esto o aquello?», o «por qué no obtengo lo que quiero?». Qué hace que lo que nos sucede no corresponda exactamente a lo que queremos?.
Estamos constantemente buscando las razones en las situaciones, en los acontecimientos, en los otros; la mayoría de las veces creemos que lo que nos sucede obedece a que lo que existe independientemente de nosotros confabula para que estemos en esta u otra condición.
Cuando llevamos nuestra atención a nosotros y nos conectamos con nuestro propio ser, tenemos la oportunidad de darnos cuenta de que somos responsables de absolutamente todo lo que nos ocurre.
Un ejemplo: una señora está con sus amigas de paseo, pensando en que su esposo estará de regreso en pocas horas, sin advertirlo, el tiempo ha pasado y para cuando está de vuelta en casa, su esposo muy enojado reclama por su ausencia, ella explica lo que sucedió, sin embargo la discusión llega a momentos de extrema agresión. ¿Qué sucedió? La explicación para la señora es que su esposo es un machista, la de él es que ella no le comprende.
Qué hace que lleguen a la agresión, siendo personas adultas para qué la necesitan? Al hacerles esta pregunta, su primera respuesta es «no la necesitamos para nada», él la acusa a ella y ella a él. Al indagar sobre su relación van reconociendo lo que significa cada uno para el otro, necesitan de su presencia, esto les da seguridad y se sienten protegidos cuando están juntos. Se necesitan, y al no poder compartir más tiempo, sus sensaciones de abandono se incrementan, dando como resultado la escena detallada. Esto es lo que está detrás y con la agresión consiguen aquello que buscan: estar juntos, estar en contacto.
Recurso nada sano, que sin embargo permite cubrir esa necesidad.
Desde la psicología profunda se puede entender que el golpe es la caricia que no se puede expresar creativamente.
Usamos los recursos que mejor nos han resultado a lo largo de nuestra historia personal y que frecuentemente se han instaurado en edades tempranas.
Los extremos son lo mismo, lo que no se puede expresar de una forma saludable se hará con su equivalente pero desde el otro polo, que es lo más próximo, entendiendo el universo como circular; así, para un niño que es sobre-protegido, mimado, cualquier situación que él sienta o crea que le saca de esa condición, será entendida por él, como maltrato (el otro extremo), un comando de voz en tono firme, lo sentirá como un grito, una palmada en la espalda la podrá sentir como un golpe, una mirada como una amenaza, etc. Va de un extremo al otro, al sentir que sale de la condición de sobreprotección. Ambos extremos son lo mismo, y tratan de cubrir las necesidades profundas de aceptación, de cuidado, de seguridad, de amor.
En los extremos, tanto el dolor como el placer permiten sentir, lo que no se puede satisfacer de una forma, se lo hará de la otra, la que encuentre el individuo para satisfacer la necesidad. Se activarán todos los mecanismos inconscientes para la resolución de las necesidades sentidas en ese momento.
Otro principio de psicología profunda señala que el camino para evitar algo es el mismo para que suceda. En la mitología encontramos varios ejemplos de este principio, tomaremos el de Edipo, se indica en esta historia que su padre al recibir la profecía de que su hijo será el próximo rey y que para esto matará a su padre y desposará a su madre, es inmediatamente sacado del reino y posteriormente adoptado por los monarcas de un reino vecino, ya joven Edipo al hacer la consulta respectiva al oráculo y recibir la misma profecía decide escapar, ya que no quiere cumplirla – pues no conoce su origen. En esta empresa se produce un encuentro con su padre biológico en el que muere este último, desposando posteriormente a la reina – su madre- convirtiéndose en el rey.
Vemos como el camino que recorre para evitarlo es el que le lleva a concretar aquello que teme.
Este principio se lo puede observar también en la vida real, un padre que teme la homosexualidad de su hijo, empleará los recursos que crea necesarios, generalmente represivos, que llevará a su hijo a aquello. Construye así, un camino con menos libertad para su hijo en función de sus propios miedos o deseos inconscientes reprimidos.
Asociado a este principio de psicología profunda está otro: todo temor consciente contiene un deseo in-consciente de igualo mayor fuerza y viceversa. Este principio nos invita a conocer lo que está detrás o deba-jo de lo consciente, ya que las energías psíquicas que están en el inconsciente son inmensamente más grandes de lo que podemos reconocer, por lo que al ponernos en contacto con estas fuerzas podemos conciliar aquello que deseamos con aquello que tememos. Así por ejemplo, si una persona conscientemente quiere tener mucho dinero pero teme que al conseguirlo se volverá una persona superficial, o su camino espiritual se verá afectado por poseer riquezas, o teme no poder mantenerlo; será muy difícil que logre amasar la fortuna que quiere. Al conciliar su deseo consciente con sus temores inconscientes se abrirá a la abundancia, y su querer se concretará en el plano de la realidad, este principio es aplicado a todos los aspectos de la vida.
En publicaciones como «The Secret», se invita a formular «pensamientos positivos», éstos tienen una incidencia en capas superficiales del subconsciente los mismos que al no permitir el reconocimiento de los temores que residen en capas más profundas, no tienen efectos permanentes.
Así, un pensamiento positivo, superficial, al confrontarse con unas creencias más profundas engramadas en etapas más tempranas o en estados de conciencia hipnóticos más profundas, no tendrá intensidad ni permanencia.
Reconciliando aquello que deseamos conscientemente con aquello que subyace como temor inconsciente-mente, y viceversa; no sabotearemos lo consciente, dando paso a lo que necesitamos.
La confrontación constante entre lo que «queremos hacer» con lo que «debemos hacer», obliga a que el Yo, lo resuelva en la realidad, que es en donde reside. Al ser lo inconsciente inmensamente más grande que lo consciente (en una proporción de 9 a 1), siempre triunfarán los primeros. Y es que los contenidos in-conscientes nos protegen de la realidad porque obedecen a patrones fijados en donde el Yo no se siente seguro y creará precisamente una realidad que cumpla con el objetivo dominante.
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